América fue el último continente en ser poblado por el ser humano, los avances en la genética están ayudando a comprender cómo ocurrió y quiénes fueron los primeros en poner pie allí.América es un continente plagado de misterios. Para el mundo occidental apareció como de la nada, hace 523 años, cuando Cristóbal Colón cruzó el océano Atlántico buscando un camino fácil para que España llegase a Asia. Pero, ¡oh sorpresa!, un continente estaba emplazado justo en medio y –para mayor misterio– estaba poblado por gente.
¿Quiénes eran esos primitivos pobladores y cómo fue que llegaron desde Alaska hasta el remoto sur de la Patagonia? Para contestar esa centenaria pregunta recientemente los científicos han conseguido un gran aliado: la genética. En concreto, el estudio del ADN extraído de huesos con cientos y miles de años de antigüedad está ofreciendo esa ansiada respuesta. (Vea recuadro: El linaje oculto en el ADN)
Van llegando
América pasó gran parte de su historia sin que ese primate inquieto que es el Homo sapiens caminase por sus suelos. El hombre se originó hace unos 200.000 años en África, y desde allí inició su peregrinaje de colonización hace unos 100.000, camino que lo llevó por Medio Oriente, Europa, Asia y Oceanía.
Pero, para llegar a América, se encontraron con un obstáculo insalvable: 80 kilómetros de mar helado entre el extremo este de Asia y su contraparte americana, Alaska. Imposible de traspasar por ningún tipo de fauna terrestre. Pero no siempre fue así.
Hace unos 22.000 a 10.000 años atrás, el Estrecho de Bering se transformó en puente. Fue por las llamadas eras de hielo, durante las cuales el agua se acumuló en los continentes en forma de glaciares. Esto provocó que los niveles del mar descendiesen más de 50 metros. Suficiente para que desde el aire se pudiese ver una terrible extensión de tierra donde antes había mar.
Es que el Estrecho de Bering tiene poca profundidad, y durante la última Era de Hielo se transformó en un territorio seco, poblado de vegetación y fauna como cualquier otro. Esa región era lo que los científicos llaman Beringia, que tenía una extensión de 1.600 kilómetros de norte a sur.
Beringia se transformó en un puente faunístico entre Asia y América, desconectados durante millones de años, y uno de los animales que se adentraron en América fueron los humanos, sin darse cuenta que colonizaba el último continente del planeta.
Identificando ancestros
“La paleogenética ha demostrado que la variedad genética de los pueblos originarios de las Américas proviene de la entrada inicial de una población humana reducida (entre 80 y 120 individuos) en algún momento hace 18.000 años o más por el Estrecho de Bering”, dice a Scientific American el antropólogo argentino José Luis Lanata, investigador del CONICET y director del Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio. “Luego hubo una entrada posterior hace unos 4.000 años de poblaciones que fueron los antecesores de lo que conocemos como esquimales”.
“El dato genético es uno más dentro de un rompecabezas de información que aportan muchas disciplinas (paleoecología, antropología física, lingüística, geología, paleontología, arqueología, etc.) cada una de ellas con evidencias que deben conjugarse en nuevos modelos interpretativos”, continúa Lanata.
“Yo diría que los estudios de ADN moderno y antiguo han revolucionado no solo el estudio del poblamiento de América, sino de toda la historia demográfica de nuestra especie”, opina Martin Sikora, profesor asociado del Centro para Geogenética del Museo de Historia Natural de Dinamarca, en conversación con Scientific American.
“Es una herramienta muy poderosa para estudiar patrones de migraciones y relaciones entre los pueblos”, continúa Sikora, uno de los autores de un artículo publicado recientemente en Nature, sobre el llamado Hombre de Kennewick, uno de los restos óseos que más controversia ha generado, finalmente zanjada gracias a la genética.
Estos restos fueron descubiertos en 1996, en Kennewick, Washington. Se trata de uno de los huesos más antiguos de Norte América, con unos 9.000 años de antigüedad. La controversia apareció cuando diversas tribus de la zona reclamaron que pertenecían a sus antepasados, y los querían de vuelta.
Incluso se llegó a especular, por la forma de los huesos, que podría ser descendiente de los Ainu del norte de Japón, y no parte de la migración proveniente del extremo noreste de Asia.
“Nuestros resultados muestran que el Kennewick Man era un antepasado de los nativos americanos, y no parte de una migración diferente relacionada con los ainu japoneses o los polinesios como se especulaba antes”, continúa Sikora. “En ese sentido es muy parecido al niño de Anzick (de hace 12.000 años), de la cultura Clovis, que publicamos el año pasado. Así vimos que la historia del poblamiento de América del Norte parece más complicada. Mientras el niño de Anzick parece ser antepasado directo de las poblaciones de América Central y del Sur, el Hombre de Kennewick tiene las mismas filiaciones con algunos pueblos del Norte, como los Colville”.
El nombre de Cultura Clovis se da al pueblo que se cree que utilizaba una técnica especial y cuidadosa de tallado de puntas de piedra, relacionadas con la caza de la fauna gigante que poblaba la región por aquellos tiempos. Se trata de yacimientos arqueológicos desperdigados por el sudeste de América del Norte.
El remoto sur
La historia del poblamiento del sur del continente comienza a aclararse también gracias a la genética. A fines de 2014 se dio a conocer el primer resultado obtenido en un laboratorio argentino, que aporta más al misterio. Se trata del análisis de un grupo de individuos de la colección del Museo Rosa Novak, de Puerto San Julián, de la Patagonia argentina, que estaría relacionado con otro de Alaska de 10.300 años de antigüedad.
“El linaje al que pertenece uno de los individuos que estudiamos de esta colección está maternalmente relacionado con un individuo del sitio On your Knees de Alaska”, contó a Scientific American Cristina Dejean, autora principal del estudio, antropóloga de la Sección Antropología Biológica, de la Universidad de Buenos Aires, e investigadora de la Universidad Maimónides.
“Miles de años y kilómetros separan a estos dos nativos”, continúa Dejean, “que parecen descender de una de las portadoras de uno de los linajes fundantes de las poblaciones americanas cuyos descendientes parecen haber seguido una ruta por la costa del Pacífico, de acuerdo a evidencias de otros hallazgos, y con un destino final en la costa Atlántica de la actual provincia de Santa Cruz, en Argentina”.
Así es que la genética se ha unido a la arqueología, la paleontología, y otras ciencias afines, para poder desentrañar el misterio de cómo y cuándo se poblaron las distintas regiones del continente americano.
El linaje oculto en el ADN
Extraer los secretos del ADN antiguo no es tarea fácil. El ADN puede obtenerse tanto de los tejidos blandos del cuerpo, como de los huesos. Pero cuando hablamos de muestras de restos humanos de cientos o miles de años, se vuelve más complicado cuanto más atrás en el tiempo se quiera llegar. Los genes se van degradando con el paso del tiempo, aún más en climas cálidos y secos.
Los tejidos blandos son los primeros en desaparecer, excepto en situaciones especiales de momificación natural o artificial, mientras que los huesos duran más, e incluso llegan a fosilizarse.
El tipo de material genético más estudiado en restos humanos antiguos es el ADN mitocondrial. Principalmente porque es más fácil de conseguir y extraer, ya que cada célula cuenta con muchas copias. También porque resulta excelente para rastrear linajes maternos, por el hecho de que se hereda solo por el lado materno.
La primera vez que se logró extraer ADN de restos antiguos fue hace unos 30 años, de una momia China de más de 2.000 años. Los métodos y técnicas para obtener y secuenciar esos genes ha mejorado, y se han alcanzado logros increíbles hace apenas unos años, como el haber probado la relación entre los humanos actuales y los neandertales que se extinguieron hace 30.000 años.
Por Martín Cagliani | 21 de julio de 2015
http://www.scientificamerican.com/espanol/noticias/los-genes-ayudan-a-comprender-como-se-poblo-america/