Año nuevo aymará y neocolonización

El año nuevo aymara, feriado nacional en una Bolivia que necesita trabajar más y festejar menos, vino poco después de la “entrada” del Gran Poder, ostentoso despliegue de riqueza de sectores mestizos de La Paz. Una en que la mayoría de los bailarines cubren cuerpos y adornan faces indígenas con áureos abalorios y vestimentas de origen hispano, amén del sombrerito “derby” de chola, que debe ser inglés. Ni bien terminó la devoción a Jesús del Gran Poder, ¿o será al dios Baco de la cerveza?, empezó el primer “convite” de la fiesta de Urkupiña, feria de chamuchinas y “perfumes” de frituras, excrecencias de ebrios y aguas servidas, disfrazada de peregrinos devotos de la Virgen de la Asunta. Claro sincretismo religioso en esta Bolivia mestiza, pero diversa en tipo e intensidad, de injertos culturales de tronco europeo y esquejes que rinden flores amerindias y africanas de variado color. Urge desenhebrar hilos de urdimbres culturales falsas como monedas de cuero. Arguyo que tales, so pretexto de valorizar lo autóctono, son cómplices de la intención gubernamental de embutir al país la “aymarización”, o dicho más claro, la neocolonización cultural de Bolivia por los aymaras.

Tal propósito se exhibe en “El año nuevo aymara-amazónico”, artículo de uno que presume un doctorado Honoris Causa, tal vez otorgado con toga y birrete, pero sin prerrequisitos, cursos, exámenes y ponencias, por alguna facultad foránea mareada por el pachamamismo de moda, o por la adulación interesada de una universidad local otrora crítica del gobierno.

Uno, el año nuevo aymara poco tiene que ver con lo amazónico, salvo que los pueblos, en el afán de entender congruencias estelares con ciclos agrícolas, tienen similitudes que parean a los Puquina con los Tacana, a los Urus con los Itonama, etc. El maridaje aymara-amazónico existe aún menos que aquel “quechuaymara” de la ficción de algún afiebrado marxista interesado en soliviantar “movimientos sociales” con objetivos políticos. La cultura de la papa es distinta al complejo cultural de la yuca. La una es andina; la otra, de una vena que en el hemisferio comprende regiones tropicales caribeñas, meso y sudamericanas, abarcando hasta zonas tórridas de Bolivia, Brasil, Paraguay y Argentina.

Dos, si de respeto a la Pachamama se trata, son más significativas las riñas del otro lado del lago. Despachos noticiosos dan cuenta de enfrentamientos aymaras peruanos en Chucuito y Mulla Contihueco. Los unos protestaban en contra de concesiones mineras atropelladoras del medio ambiente; los otros libaban el año nuevo andino llenándose la boca de pachamamismo y alcohol. Quizá ignoran que el Willka Kuti es ocasión para limar odios y rencillas, dice el vocero de tradición oral, ya que escritura no había antes de los europeos. Como la Navidad de la noche de paz sin novedad en el frente en tantas guerras, digo yo.

Tres, ¿por qué año nuevo aymara 5519? Por 5000 años de la nación aymara y 519 de la conquista española, alardean. ¿Qué “nación” aymara podría haber existido cinco milenios, si antes de ser subyugados por el gran Inca quechua Pachacuti, alrededor de 1450, los aymara eran solo cacicazgos en lucha perenne entre ellos? Quizá yendo de la sartén a las brasas, ¿acaso los aymaras no se aliaron a los españoles para librarse del yugo de los “orejones” Inca?

El fondo es el respeto a la Pachamama, cosa no practicada por aymaras bolivianos que avasallan minas y roban equipos y maquinarias. ¿No se viene encima el gran pecado contra la madre tierra, que es la quema anual de selvas? Encima los ritos en Tiahuanaco están de a malas con la Pachamama, desde el momento que resultan en monolitos y ruinas hollados por manoseos y orines de los adoradores del sol. Ni mencionar que la cachucha del falso Pachacuti recuerda a un dictador libio en problemas, y que hace poco pillaron con varios kilos de pichicata al “sacerdote” aymara que lo ungió.

El trasfondo es que detrás de la descolonización pregonada por el régimen de Evo Morales, ocultan designios totalitarios con el barniz cultural de la “nación” aymara. En teoría, pregonan plurinacionalidades; en la práctica, la cantonización en 36 “nacionalidades” impone la etnia aymara como “primus inter pares”.

Como neocolonialismo cultural han desenmascarado a las celebraciones del año nuevo aymara en el Chaco boliviano. Ojala las regiones y etnias de este país tuvieran voceros como Esteban Farfán Romero, que protesta diciendo que “es muy triste constatar que por política y por quedar bien con el MAS, sean autoridades nuestras provenientes de familias tradicionales de Yacuiba los que manifiesten desprecio por nuestros nativos guaraníes, Weenhayek y tapietés. No estoy en desacuerdo con las fechas religiosas de la cultura aymara, pero se supone que este Estado es plurinacional y se debería respetar en igual de condiciones a nuestras culturas y no avasallarlas y someterlas con este tipo de actos andinocentristas”.

En una Bolivia que necesita reformas, no retórica, el engaño es un rasgo principal del régimen de Evo Morales. Uno es la neocolonización cultural aymara disfrazada de reconocimiento igualitario de las etnias del país. Se soslaya inclusive a la de mayor población: la quechua. Se margina a la mayoritaria: la población mestiza que es preciso aglutinar en el ideal de la unidad en la diversidad para fraguar una nación. Tal situación da origen a la desilusión, luego a la rabia, de quienes amamos esta patria engañada.

Viernes, 1 de Julio, 2011
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