Hagamos Memoria. La sociedad entre Al Kassar y Solanís para realizar emprendimientos mineros especialmente en Amaicha y otros lugares de Tucumán, solamente era posible con el aval de los falsos caciques.
El minero Miguel Solanis se asoció con Al Kassar para explotar minas de oro en Tucumán. Al Kassar, a su vez, buscá socios ingleses que pretendieron birlarle el negocio. Hoy la puja se ventila en la justicia de Marbella. Una historia donde entra Osama Bin Laden.
El padre de la economía liberal, Adam Smith, escribió, en 1776, una condena contra la «fatídica sed del oro»; pero el minero tucumano Miguel Enrique Solanis no la leyó.
Solanis ha vivido los dos últimos años enredado en pleitos internacionales, denuncias y amenazas, incluyendo un asalto a su casa por un comando de nueve individuos que revolvieron sus papeles buscando documentación relacionada con emprendimientos mineros de oro.
La suerte de Solanis cambió cuando estaba detrás de algún socio capitalista para poner en plena explotación 19 áreas mineras en Tucumán, todas ellas en una región que ya habían estudiado los padres jesuitas en tiempos de la colonia. Los informes geológicos posteriores confirmaron la existencia de cobre, níquel, zinc, piedras raras y, ciertamente, oro. Esta certeza está apoyada por la continuidad del sistema orográfico de Tucumán en las vecinas provincias de Catamarca y Salta, donde aparecieron los mismos minerales.
Fue en ese momento cuando el destino puso a Solanis en el camino del traficante de armas sirio Monzer Al Kassar y comenzaron sus extraordinarias aventuras.
Las minas habían sido adjudicadas en 1998 en concesión a Solanis por el gobierno de la provincia Tucumán, mediante el sistema de otorgamiento legal aunque no de posesión definitiva. El día que Solanis tuvo los papeles en la mano salió a buscar un socio con dinero para extraer el oro de las montañas.
A comienzos de 2000, Solanis recibió de su amigo Roberto Chala la buena noticia de que había aparecido un capitalista dispuesto a invertir en las minas tucumanas. Se trataba de una conexión indirecta pero de gran solvencia, a cargo de un hombre de negocios muy cercano al presidente Menem, de nombre Antonio Aguirre.
En esos años, Aguirre viajaba con frecuencia a España, donde visitaba a Al Kassar en su castillo de Marbella y le proponía negocios en todo el mundo. Por ejemplo, juntos llegaron a formar una compañía para depositar peligrosos residuos tóxicos argentinos en Mozambique, aunque la ganancia en realidad iba a salir de una maniobra para enterrarlos secretamente en el conurbano de Buenos Aires. El negocio fracasó.
Lo cierto es que Chala hizo la presentación de Solanis con Aguirre y éste llevó al azorado minero tucumano a la presencia de Al Kassar en abril de 2000. En un santiamén, Solanis le extendió a Al Kassar un poder en exclusividad para gestionar capitales para sus minas. Cinco meses más tarde, en setiembre, Solanis fue llamado a España por Al Kassar, quien le comunicó que había encontrado a los capitalistas y lo puso en contacto con el financista griego Eduard Stamatiov.
Este hombre era la vanguardia táctica de la empresa británica Imperial Consolidated, que realiza operaciones comerciales desde una base aérea abandonada en el norte de Inglaterra. Imperial Consolidated distribuye prospectos lujosos donde explica que se ha extendido a once países, cuenta con 400 empleados, posee un banco en la isla Granada en las Antillas y su especialidad es la colocación de capitales de riesgo. En los medios financieros de Londres reconocen que las tasas de interés que Imperial Consolidated ha llegado a pagar por dinero fresco son sorprendentes.
El contacto de Stamatiov desencadenó la etapa final, cuando en su propio avión llegaron a Marbella, procedentes de Londres, los propietarios de Imperial Consolidated, los ingleses Jared Brook y Lincoln Fraser. Al cabo de varios viajes y consultas, los interesados suscribieron un contrato donde la mayor parte se repartió entre los financistas ingleses y Al Kassar, en cuya participación fue incluido un modesto reconocimiento para el tucumano Solanis. El acto fue rubricado con la entrega de 4 millones de dólares a Al Kassar, a cuenta de otra por 8,5 millones y dentro de una inversión que llegaría a 400 millones de dólares, con avales del banco de Granada.
Pero las relaciones entre el sirio y los ingleses duraron muy poco. Rápidamente surgió una disputa por el control de la compañía que acababa de nacer, y la ruptura fue irreparable.
El investigador español Alfonso Rojo, en una entrevista con el inglés Lincoln Fraser realizada el año pasado en Londres, recogió de boca del socio fugaz de Al Kassar la versión siguiente: «En el verano, se acercó a Imperial Consolidated un grupo de indios argentinos que tenían unas tierras ricas en minerales en los Andes y necesitaban financiamiento por valor de 40 millones de dólares».
«Fue en el curso de esa negociación cuando nos presentaron a Al Kassar, que habla inglés y español, tenía buenas relaciones en Argentina y de quien nos dieron buenas referencias financieras».
La guerra estaba declarada. Al Kassar revelaría más tarde que los ingleses le entregaron un listado de armamentos tan completo que parecía destinado a armar un ejército. Estaban interesados en ese material bélico para un cliente: Osama Bin Laden.
Pero Fraser respondió a Alfonso Rojo que tanto él como sus socios ignoraban por completo cuál era la actividad de Al Kassar, de manera que no tenía sentido encomendarle de entrada un embarque de armas.
La versión de Al Kassar parece oportunista, porque si bien es anterior al atentado contra las Torres Gemelas, Bin Laden figuraba en el registro mundial de los enemigos de Estados Unidos desde hacía ya tiempo. La respuesta de los ingleses es cínica: ellos no podían ignorar la actividad de un hombre a quien le habían entregado cuatro millones de dólares a cuenta de muchos más.
La ruptura de los caballeros ingleses con Al Kassar rápidamente se transformó en un pleito penal de Imperial Consolidated Inc. contra el traficante de armas, que está en plena sustanciación en estos días en el juzgado de Primera Instancia e Instrucción Nø 2 de Marbella. En este pleito, el tucumano Solanis relató que había conocido a Al Kassar en Buenos Aires, cuando éste respondió personalmente a la Justicia de Mendoza en la causa abierta a raíz del uso ilegal de un pasaporte argentino, y posteriormente volvió a visitarlo en España, momento en que le otorgó un amplio poder para que negociara la explotación de sus minas de oro.
Aunque es difícil creerle algo a alguna de las partes, lo que surge de las actuaciones judiciales en España es que Solanis se alineó con Al Kassar contra los financistas británicos, y éstos formaron una nueva sociedad con el fin de explotar los mismos yacimientos de oro, llamada Tucumán Minning Co., incluyendo en ésta al amigo de Solanis, Roberto Chala.
Los abogados de Al Kassar, entre tanto, aportaron sus propias pruebas para desestimar la demanda de los financistas británicos.
Consisten en un expediente de 1997, donde el tribunal del condado de Blackpool, en Gran Bretaña, dispone que los financistas Lincoln Julian Fraser y Jared Bentley Brook estarán inhabilitados hasta el 2 de agosto de 2005 para cualquier actividad en sociedades comerciales. Ambos fueron procesados por la bancarrota del Midland Grand Hotel de Morecambe, cuya administración habían asumido en 1994, cuando se hicieron cargo de Progresive Leisure Co. Ltd., su propietario hasta entonces.
El tribunal británico hizo una estimación aproximada de más de 117.000 libras esterlinas en cuanto al fraude directo, y puntualizó la existencia de otros perjuicios indirectos por sumas importantes.
De aquella inhabilitación judicial los abogados de Al Kassar y su fiel amigo Solanis han deducido que Fraser y Brook no estaban en condiciones legales para firmar un contrato de sociedad y silenciaron esa situación cuando formaron la que iba a poner en producción las minas de oro tucumanas.
La historia de las minas de oro de Tucumán no ha concluido, como se puede leer en la entrevista con el infatigable Solanis, quien en la década de los 90 fue socio de Monzer Al Kassar, invitado de Arabia Saudita, colaborador del presidente Carlos Menem, casi socio del millonario árabe Dodi Al Fayed cuando era novio de Lady Di, y por un momento estuvo cerca de suministrar armas nada menos que a Osama Bin Laden.
Todo por el oro.
Hace quinientos años el Rey Fernando El Católico, después de expulsar de España a los últimos musulmanes y fundar la Santa Inquisición, lanzó a los suyos detrás de la misma quimera. «Consigue oro, si es posible humanamente, pero consigue oro, a cualquier precio», fue el mandato real a sus adelantados en América.
La fascinación del oro americano sigue tan viva como entonces.
http://edant.clarin.com/suplementos/zona/2002/12/01/z-00415.htm